La historia de la azafata fantasma empieza cuando le diagnostican a una tripulante de cabina una enfermedad terminal, y
se
las ingenia para hacer la mayor cantidad de sus últimos vuelos en el
avión por el que sentía un gran cariño, el Boeing 747 con matrícula
LV-MLO, el segundo Jumbo incorporado por Aerolíneas Argentinas, en el año 1979, y el orgullo de la flota.
Su último vuelo lo hizo en ese avión, al que muchos conocen como
“MALO” por cómo suena la lectura de las últimas tres letras de su matrícula.
Horas después de ese vuelo, la azafata falleció y comenzó la leyenda.
Según revela el blog
Asturias en el mundo, unas semanas después de su muerte,
el
avión debió ir al taller y dos mecánicos aseguraron haber visto una
figura borrosa y transparente mientras trabajaban en la bodega trasera
de carga. Se burlaron de ellos, pero tiempo después el espectro
fue visto por el personal de limpieza en el pasillo del avión. Dicen
que llevaba el uniforme de azafata de la empresa. Y en el 2000 fue visto
mientras hacía escala en Barajas por dos mecánicos de Air Plus en la
cabina de pasajeros.
Las historias continuaron, y lo que comenzó como burla se transformó en un problema a resolver. Quizás por eso,
la empresa decidió dar de baja el avión antes de tiempo, a mediados de 2001
(cuando el otro Boeing del mismo año continuó en la flota por 10 años
más). Fue estacionado en el aeropuerto de Ezeiza y sus partes se
convirtieron en piezas para otros aviones de la compañía. Pero ni así
pudieron liberarse del fantasma.
Mientras estaba estacionado,
cinco
técnicos aseguraron escuchar ruidos dentro de la bodega delantera
mientras intentaban desmontar el motor para llevárselo a España.
Se acercaron y revisaron, pero no encontraron nada. Cuando decidieron
continuar con su trabajo, los ruidos volvieron. Esta vez los hombres se
acercaron a la ventana del avión con una grúa y descubrieron a la
azafata caminando por los pasillos.
Ya 12 años desde que el “MALO” dejó la flota y continúa abandonado.
Se dice que fue retirado por “viejo”, pero la verdad es que la compañía
Air Plus decidió desmontar los motores de la nave y llevarlos a España
para otro Jumbo, y otras partes también se usaron.
A MALO todavía le faltaba para su jubilación.
Nadie quiso terminar de desguazarlo por temor a represalias de la
azafata que no quiere abandonar su nave preferida. Los trabajadores de
la empresa y los aficionados del mundo a los aviones conocen esta
historia con detalle.